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La historia de los libros de terror de bolsillo: de Penguin a Bruguera (Parte I)

Antes de los estridentes paperbacks estadounidenses, Europa ya había sentado las bases de la edición popular con colecciones baratas, accesibles y llenas de espectros.

Hoy vemos los libros de bolsillo como objetos entrañables o de colección, pero su origen fue estuvo impulsado por la necesidad de abaratar y masificar el acceso a la lectura. Y en ese proceso, el terror y el crimen, así como los clásicos y otros géneros populares, encontraron el vehículo perfecto. Desde colecciones británicas y francesas hasta los míticos bolsilibros españoles de Bruguera, el miedo se democratizó en formatos pequeños, papel barato y fácil de llevar.

Penguin y la revolución inglesa

En 1935, Penguin Books lanzó un modelo editorial que cambiaría la industria: ediciones económicas en formato de bolsillo, vendidas en estaciones de tren, farmacias y quioscos. Aunque el catálogo inicial se inclinaba hacia clásicos y literatura general, pronto llegaron a incluir colecciones de misterio y terror.

La clave de Penguin era dignificar el libro barato con buen diseño, uniformidad y distribución masiva. Y al hacerlo, abrió la puerta para que géneros populares, como el terror, la ciencia ficción y la literatura policiaca o de misterio se infiltraran en todos los hogares británicos.

Gallimard y la elegancia francesa

En Francia, la editorial Gallimard consolidó algo similar con su colección “La Bibliothèque de la Pléiade” y, sobre todo, con la célebre “Série Noire” (fundada en 1945). Aunque especializada en policíacos, también publicó relatos cargados de violencia, atmósferas lúgubres y fatalismo que dialogaban con el horror.

A diferencia de Penguin, Gallimard se movió en un registro más sofisticado, pero igualmente accesible, con una apuesta que quiso demostrar que lo popular podía coexistir con lo literario sin complejos.

Bruguera y los kioscos latinoamericanos

En España, Editorial Bruguera encontró la fórmula que marcaría a generaciones enteras en los años 60 y 70: bolsilibros baratos, de terror, ciencia ficción y policíacos, escritos por autores locales que a menudo usaban seudónimos anglosajones para dar apariencia internacional.

Esos pequeños volúmenes, con portadas llamativas y títulos directos, inundaron kioscos y mercados de España y América Latina. Para muchos lectores hispanohablantes, los bolsilibros de Bruguera fueron la primera puerta hacia mundos de vampiros, asesinos y espectros.

Con ellos, el terror se volvió un pasatiempo masivo, compartido en buses, trenes, salas de espera y noches en vela.

Una herencia que sigue viva

Penguin y Gallimard sentaron las bases del libro de bolsillo como un objeto digno y accesible. Bruguera lo llevó a otro nivel, convirtiéndolo en un fenómeno popular en el mundo hispano.

Y esa historia no se detuvo. Cada generación ha encontrado en el formato de bolsillo la forma más directa de enfrentarse a lo inquietante.

Los mismos libros que ayer viajaban en bolsillos de abrigos y carteras ahora se apilan en libreros de coleccionistas, cargando no solo historias de miedo, sino también la memoria de un modo de leer que transformó la cultura popular.