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Locura, muerte y fantasmas, las obsesiones de Horacio Quiroga

Entre las fiebres de la selva misionera, la muerte de sus seres queridos y sus propios demonios internos, Horacio Quiroga creó relatos donde lo sobrenatural y lo trágico se confunden con la realidad.

Horacio Quiroga (1878–1937) vivió rodeado de tragedias. Su padre murió en un accidente cuando él era apenas un niño, su padrastro se suicidó, y años después él mismo sería testigo de la muerte accidental de un amigo. Esa cadena de fatalidades marcó para siempre su obra, que respira obsesión por la locura, la violencia y la muerte.

Mientras en Europa Poe, Maupassant o Hoffmann eran ya referentes del cuento fantástico, en América Latina Quiroga se convirtió en el narrador que llevó lo oscuro a la tradición hispana con un sello propio, profundamente enraizado en la naturaleza salvaje del continente.

La selva como un personaje monstruoso

En relatos como “Los desterrados” o “Anaconda”, la selva no es un escenario, sino un ente vivo que acecha, devora y destruye. El calor insoportable, las fiebres del paludismo y el aislamiento eran parte de su experiencia diaria en Misiones.

Esa experiencia vital lo convirtió en un autor que no necesitaba inventar castillos góticos ni vampiros, pues el horror estaba allí, en los insectos, en los animales, en el río inmenso que se tragaba hombres.

El lado sobrenatural y lo fantástico

Aunque muchos de sus cuentos parecen relatos naturalistas, Quiroga siempre abre una rendija hacia lo inexplicable.

En “El almohadón de plumas”, una rara enfermedad consume lentamente a una mujer mientras duerme. En “La gallina degollada”, la violencia surge de lo cotidiano, en un hogar marcado por la enfermedad y la desesperanza. En “La insolación” y “El espectro”, lo sobrenatural se confunde con la fiebre y la locura.

Su terror no es del todo fantástico, sino ambiguo, liminal, como si no importara si el monstruo existe o no, porque lo insoportable está ya en la vida misma.

La obsesión con la muerte y la locura

Quiroga parecía que escribía sobre la muerte para perseguirla. Sus cuentos parecen ensayos sobre la autodestrucción. La enfermedad, la violencia doméstica, los accidentes y los suicidios atraviesan sus textos, anticipando lo que sería su propio destino. En 1937, enfermo de cáncer y sintiéndose acorralado, tomó cianuro en un hospital de Buenos Aires.

Su vida y su literatura son inseparables. Ambas son testimonio de un escritor que convirtió la tragedia personal en materia artística, moldeando un terror que no necesitaba fantasmas para estremecer.

El legado de Quiroga en la literatura de terror

Aunque suele recordarse a Quiroga como “el maestro del cuento latinoamericano”, su aporte al terror y lo macabro es innegable. Muchos de sus relatos anticipan atmósferas que después consolidarían autores de horror más explícito. Sus cuentos no buscan lo maravilloso, sino el lado brutal de la existencia.

Hoy, leerlo es descubrir que el terror latinoamericano no nació con las influencias de Poe o de Stephen King, sino que tuvo en Quiroga a un pionero que encontró en la selva y en la condición humana sus más inquietantes monstruos.

El Más Allá, una antología pensada para los fans del terror

En La Plena Noche hemos querido rescatar esa faceta oscura de Quiroga con una edición especial: El Más Allá, un volumen reúne 21 cuentos de terror, incluyendo clásicos como “La gallina degollada” y “El almohadón de plumas”, junto con relatos mucho menos conocidos, en los que laten las mismas obsesiones por la muerte, la locura y lo inexplicable.

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